domingo, 31 de octubre de 2010

LA CARA MÁS AMARGA DEL PERIODISMO DE GUERRA

Título: Ninguna guerra se parece a otra
Autor: Jon Sistiaga
Editorial: Plaza & Janés

En esta obra el periodista Jon Sistiaga rinde homenaje a su amigo del alma, José Couso, un cámara fallecido en la guerra de Irak. Más allá de este trágico suceso, el libro nos permite conocer interesantes cuestiones sobre el periodismo de guerra.

En el primer capítulo, el autor trata de responder a una pregunta que mucha gente se formula: ¿por qué los periodistas van a la guerra y qué les impulsa a volver? En primer lugar, Sistiaga dice que seguramente la gente tiene la percepción de que los periodistas van a la guerra por puro morbo. " No , no nos gusta el morbo", "Estábamos en contra de la guerra, [...], pero pensábamos que nuestra presencia era necesaria para enseñar las fatalidades y las brutalidades de la guerra". El autor afirma que para cualquier periodista, la cobertura de una guerra es el máximo acontecimiento profesional al que puede aspirar, porque en un conflicto el reportero se convierte en periodista total. "La libertad formal de la que disfruta un reportero de guerra es difícilmente inigualable en ningún otro ámbito del periodismo".
Cada vez son más los reporteros que pierden la vida en conflictos armados : sólo durante los 21 días que duró la guerra de Irak, murieron 14 periodistas. Pero Sistiaga afirma que a pesar de la peligrosidad,  "alguien tiene que contar a los demás qué está pasando [...] para no ceder espacios de impunidad a todos esos miserables que en la guerra satisfacen sus peores instintos".

Antes de el inicio de la guerra de Irak todos los periodistas sufrieron presiones para abandonar el país. Colin Powell, el Secretario de Estado norteamericano, hizo una solemne declaración: "Es un momento muy peligroso en Bagdad y los periodistas y los inspectores deberían evaluar si deben irse." El gobierno español también se encargó de que los resposables de los medios de comunicación llamaran a todos los reporteros. Según el autor, esta presión se debió a una manipulación para no incomodar a determinadas instancias políticas, ya que la prensa no gusta a ningún jefe militar, porque si se retransmite un conflicto en directo, también se retransmiten los errores.  "Al fin y al cabo, la guerra se libraba con apoyo del gobierno español, pero con el rechazo mayoritario de la sociedad, así que los corresponsales nos convertimos casi en materia de Estado". No interesaba que con sus reportajes, los periodistas cultivaran el " No a la guerra".

 Los medios de comunicación son una cuestión fundamental en un escenario de conflicto. Lo que todo el mundo pretende es controlar la información, aunque sea con objetivos distintos: manipular sobre las malvadas razones del enemigo o desinformar de la marcha de la guerra. Por eso, los reporteros que sobrevivieron a la presión de occidente, tuvieron que hacer frente a la censura y a la desinformación que el mismo gobierno iraquí les impuso.
Los periodistas dependían del Ministerio de Información, órgano que los maniataba. Los funcionarios del ministerio controlaban todas las crónicas que se enviaban al extranjero, y de ellos dependía que un corresponsal fuera expulsado de Irak. En palabras del autor: " Eran tipos entrenados en ejercer la negación como categoría superior de relación. NO a entrevistar a Sadam; NO a obtener imágenes de instalaciones militares; NO a sacar planos de edificios oficiales; NO, NO , NO a casi todo". "Construíamos crónicas fieles de los ataques de ese día, para que después un tipo apretara el botón del stop en el vídeo y nos dijera: Esto está prohibido y lo saben. Nos quedamos con la cinta".

Un ejemplo de intoxicación informativa es el que explica el autor dentro del capítulo "Las mentiras de la guerra". Los periodistas fueron a visitar un hospital con supuestos heridos por los bombardeos. Ninguno presentaba las típicas heridas de bomba. Después descubrieron que todo había sido una pantomima; eran militares que estaban representando un teatro para la prensa."Nada era lo que parecía. Había que dudar de todo. Hasta de lo obvio. Hasta de nuestras propias versiones. Tanto el Pentágono como el gobierno iraquí armaron numerosas operaciones de intoxicación".
La labor del periodista es muy compleja; tiene que juntar informaciones dispersas y separar los hechos reales de las mentiras o manipulaciones. Sistiaga compara el trabajo del periodista con el de un pintor: "La realidad en la guerra es como la paleta de colores de un pintor. El periodista debe meter el pincel y revolver, juntar colores, mezclar, obtener texturas, hasta que se consigue el cuadro final de esa guerra. El mapa del conflicto".

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En Mayo de 2006 el diario El Mundo entrevistó al periodista y escritor polaco Ryszard Kapuscinski. El titular rezaba: "Agoniza el periodismo de guerra; el reportero no puede moverse libremente; lo confinan en hoteles".
Kapuscinsky es una voz calificada para hablar de la corresponsalía de guerra, y en esta entrevista se puede observar un punto de vista muy parecido al de Jon Sistiaga: los dos apuntan que hace años ser periodista de guerra era el máximo referente a alcanzar en la profesión, pero en los últimos años esta profesión se está viendo amenazada por la censura; el mismísimo Kapuscinsky se negó a cubrir la guerra de Irak por temor a faltarle al respeto a su profesión: "Esos periodistas están en hoteles y sólo les dan los comunicados oficiales. Eso no es periodismo. De la guerra de Irak, que fue la primera en la que se aplicó esa doctrina, me fui, porque eso es el fin del periodismo de guerra. En esas circunstancias el periodista no puede moverse libremente y se convierte en correo postal de comunicados oficiales".
Como conclusión final, creo que la labor del corresponsal de guerra es necesaria: es una lástima que exista la manipulación, pero el trabajo del periodista es intentar (como defiende Sistiaga) salvar la censura. Ya desde la guerra de Vietnam, donde los periodistas participaron de forma masiva, las cosas empezaron a cambiar, porque el mundo se dio cuenta de la importancia de los medio de comunicación en los conflictos. Las Malvinas, Afganistán o Irak son algunos de los conflictos en que los periodistas se han visto limitados. Es la cara más amarga del periodismo de guerra.

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